lunes, 11 de enero de 2010

Discusiones históricas no saldadas en Argentina

Proteccionismo vs Librecambismo

La Primera Guerra Mundial sirvió de excusa para un considerable aumento de la actividad industrial en nuestro país pero, una vez finalizada, se reanudó el comercio con los países europeos siguiendo el esquema tradicional de pre-guerra nunca erradicado de la mente de las elites autóctonas.
Al no establecerse políticas de protección para las industrias instaladas y en proceso de desarrollo, estalló la polémica entre proteccionistas y librecambistas, polémica nunca del todo saldada en la historia de nuestro país. Los sectores tradicionales, librecambistas, esgrimieron el argumento que Rapaport llama del "método indirecto" (Mario Rapaport, Historia política, económica y social Argentina), según el cual Argentina podía proveerse de mayor cantidad de productos industriales a menor precio, importando los mismos de aquellos países que los producían en mejores condiciones que el nuestro (las conocidas "ventajas comparativas"). Este consumo de manufacturas sería financiado con una creciente producción agropecuaria que generaría saldos exportables suficientes para obtener las divisas necesarias para esas importaciones a lo que se sumaría una creciente inversión extranjera que vería las posibilidades de hacer buenos negocios en un país que crecería de manera exponencial con este esquema. De este razonamiento se desprende, por un lado, que cualquier intento de gravar las importaciones generaría una baja de las mismas trayendo como lógica consecuencia una represalia por parte de los países compradores de productos agropecuarios. Por otro lado, crear impuestos a las exportaciones agropecuarias (retenciones, entre otros posibles), desalentaría las mismas con lo que el país no tendría las divisas suficientes para financiar la compra de productos manufacturados que tanto necesitaba (cualquier semejanza con conflictos y discusiones recientes y actuales no son sino la prueba de que estas cuestiones no han sido resueltas).
Esta postura, aparentemente razonable, no toma en cuenta que las poblaciones crecen y que su crecimiento genera demanda de productos alimenticios creciente, sobre todo en las ciudades. Estos mercados internos en formación, inevitablemente consumirán parte de la producción agropecuaria por lo que, para mantener los saldos exportables, ésta debe acompañar y aún superar ese crecimiento o, de no ser esto posible, deberá limitarse el crecimiento de la población lo cuál implica pensar un país para unos pocos millones cuyo consumo no ponga en riesgo los saldos exportables y por ende las ganancias de este sector (Malthus puro).
La polémica con los proteccionistas existió pero no alcanzó grandes dimensiones. Es posible que ésto se deba a que los grupos industriales de la época tenían sus principales negocios en el sector agroexportador, lo que habla del poco convencimiento en la conveniencia del desarrollo industrial. Tampoco el gobierno radical de entonces estaba convencido de la necesidad del cambio estructural e implementó una tibia política aduanera proteccionista, necesaria pero en modo alguno suficiente. Para impulsar el desarrollo industrial se necesitaban incentivos que estimularan el despliegua integral de las fuerzas productivas, la calificación de la mano de obra, la transformación tecnológica y, sobre todo, la consolidación de un mercado interno que incentivara la integración del país y la creación de la infraestructura de transporte y comunicaciones que movilizara el potencial productivo armónicamente. Las demandas y planteos industrialistas de la década del veinte rara vez planteaban cuestiones semejantes.
A pesar de ésto la tasa de inversión en el sector aumentó durante la década de la mano de las inversiones extranjeras (inglesas ya instaladas y estadounidenses recién llegadas) y por el crecimiento de las industrias ligadas a la alimentación. Este crecimiento sumado a los claros signos de agotamiento que mostraba el modelo agroexportador terminaran por disolver el llamado "metodo indirecto". La creciente urbanización redujo los saldos exportables de la producción agropecuaria y la transformación económica sin prisa, sin incentivos y sin burguesía nacional que la impulsara poco a poco se fue abriendo paso.

4 comentarios:

  1. La intención de este blog es generar un espacio de discusión de cuestiones históricas con un alto grado de actualidad de manera que entre todos podamos contribuir a esclarecer algunas cuestiones que aparecen expuestas con un alto grado de sensacionalismo y poco de fundamento en los medios de comunicación. Desde ya agrdeceré cualquier comentario y aporte.
    Pablo Reynoso. Prof de historia y ciencias sociales.

    ResponderEliminar
  2. el marco me parece perfecto, aunq yo sumaria a la urbanizacion,el haber llegado al limite de la frontera para seguir produciendo,si bien no es determinante "una cierta falta de diversidad de productos" (caso no muy puntual en Argentina).
    lo que no me queda claro es: sin burguesía nacional, a q te referis?

    ResponderEliminar
  3. Macacha, me refiero a aquel sector social que logra desarrollar intereses económicos, opuestos a los de los sectores tradicionales, de una importancia tal que , desde allí, pueden disputar con éxito el poder político. A mi entender en nuestro país esto no se ha dado, por lo menos en esta década a la que hago referencia. Más, te diría que en décadas posteriores cuando esos intereses económicos lograron ese grado de desarrollo , lo hicieron no por el impulso de sectores sociales con las características descriptas sino por el impulso que desde el estado se dió a este tipo de desarrollo.
    En cuanto a la frontera es correcta tu afirmación, aunque me parece que los límites ya se habían alcanzado antes de la guerra. Un ejemplo de ello son los conflictos que se conocieron como "el grito de Alcorta" y que dieron orígen a la hoy socia de la Sociedad Rural en la Mesa de enlace del campo, la FAA de Eduardo Buzzi.
    Comentario aparte: no se quien sos pero me encanta tu nombre.

    ResponderEliminar
  4. El modelo agroexportador, esto es, concentrarse en producir carne y granos y exportarlos, para después importar todo producto manufacturado, tomando deuda externa para financiar las importaciones y cancelarla con el fruto de las exportaciones, empezó a dar signos de agotamiento ya para el Centenario. Así siguió lentamente, hasta que durante la crisis de 1929/1930 se derrumbó: las exportaciones caían, no había divisas suficientes ni para pagar la deuda externa ni para financiar las importaciones. Esa crisis del modelo, llevó a los gobiernos conservadores de entonces -entre otras medidas- a firmar el tristemente célebre Pacto Roca-Runciman, con Gran Bretaña. El proceso de sustitución de importaciones y el consiguiente y desordenado desarrollo industrial, se vió impulsado por la IIa. Guerra Mundial y la dificultad de poder comprar manufacturas. Aunque desde entonces la burguesía agropecuaria y la nueva burguesía industrial se mostraron los dientes, nunca confrontaron totalmente. Por el contrario, siempre se unieron contra toda experiencia de gobierno popular. El ya fracasado modelito quiso ser reimplantado a partir del golpe de 1976 por el Dr. Martinez de Hoz: se destruyó todo lo que se pudo el sector productivo industrial pero no por completo. En la actualidad, hay voces que vuelven a aconsejar el mismo modelo, lo cual es un disparate -si es que no se lo recomienda con mala intención-. Los países poderosos del mundo y con un alto nivel de vida son aquellos que, sin descuidar su producción agropecuaria -de tenerla-, apostaron a su desarrollo tecnológico-industrial.

    ResponderEliminar